Únete a tu cuerpo, gacela de papel,
el tiempo del decoro es un pasaje de tu sonrisa
-laberinto de peculiar memoria-.
Confieso que a veces le hablo a tus muertos,
me disfrazo de tus labios y les grito sorbos de vino,
y mi paladar se desangra con tus gritos,
con los versos que salen de mi pluma,
con la saliva de los besos aferrados a la boca.
¿Acaso la sombra se me está despegando?
No sé si el vientre me reclama algo
solo sé que se va desintegrando como las caricias
lentamente en medio de las manadas de amor;
no le hablo a nadie ahora,
estoy tontamente inmaculado,
curado de plegarias y sollozos,
caminando por mi piel con mis dedos,
señalando con la música
la cansada revuelta de los tréboles sin suerte,
del otro lado, me tiro a la basura del almidón
en los bordes de los pecados y las perversiones,
esa gota madura que lubrica tus mejillas con sonrojo
y erecta tus vellos al compás del silencio,
de ese lado aunque me caiga,
aún en el vacío,
estoy completamente complacido.
© Ulises Casal
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