Se quedo la lengua en casa,
colgada del cielo como un foco apagado.
La inquietud ya me parece una virtud
echa a la medida de la desolación,
yo sé que no extraño a solas
aunque en la habitación solo se escuche mi voz.
A estas horas yo estaría en sus brazos
aferrado a tu paladar, tratando de llenarnos de ámbar
o del dulce membrillo que empalaga a los envidiosos.
A estas horas estaría haciendo castillos con su arena,
recogiendo las conchas de su piel abierta,
ahogándome en el mar de su contemplación,
estaría sorprendiéndome
del parecido de sus lunares con las estrellas,
estaría nadando por su sangre caliente
deleitándome con su misteriosa voz
o simplemente estaría desapareciendo el mundo
con la neblina de nuestros cuerpos al hacer el amor.
A estas horas el cielo se reduciría a nosotros
a las incontenibles ansías de tragarnos,
seríamos el horizonte que une el cielo y el mar,
la suerte de la opresión,
el infinito desbordado por los labios
el diluvio de los sentimientos sonrojados,
la gigantesca patria de la pasión,
en minutos como estos,
seríamos la isla dentro de la isla;
mientras tanto... soy un viajero
que espera la conquista
a la misma hora en que no debiera.
© Ulises Casal
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