robándome cachitos de piel;
palabras mojadas que se llaman besos.
No hay ni mesura en este juego
en el que tratamos de huir de todos,
desabrochar un labio con silencio de cicatriz;
de callarnos los miedos
en el preciso momento en que
mi lengua atraviesa
el espacio vacío dentro de tu boca...
... el ingenio se paraliza al examinar lentamente,
con ávida lentitud,
las piedras diamantinas
que usan tus labios de trinchera,
perlas de deliciosa fiebre que se acomodan
con la altivez estratégica de atacar
con mordidas de sensual salvajismo.
¡Qué sonrojo inmaculado el momento de dejar
de usar tu boca solo para pronunciar palabras!
Es tu voz la que calla para hablarnos
en un lenguaje que solo tu y yo conocemos.
¡Qué delicia beber tu licor afrodiciaco
en el tacto labial al borde de paro cardiaco!
Es un momento contra el tiempo,
contra la memoria de saberse en diciembre;
es una gota de tiempo
que alimenta la amnesia de saber mi nombre
que fomenta la pureza de saberme vivo
al limite de la locura,
que estremece mis entrañas
desde el aparatoso movimiento de su boca:
látigo de domadora que me escandaliza
no solo cuando me besa
sino también cuando me mira.
© Ulises Casal
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