tigres que cierran sus ojos decadentes
para soñar con oasis de ternura,
enfermo citadino, huele la palma de mi mano
y come un beso tatuado con lápiz labial.
Se nos acaba el tiempo, tiembla la furia,
resucitan los océanos de imaginación
al tercer día de un ocaso psicodélico,
donde un sol meditabundo
amanece a 90 grados y apenas se siente calor;
¡que la fortuna nos salve de la paciencia!
la transparencia se esta cuarteando:
y nacen arboles de cuarteaduras
(y nacen caminos cuarteados,
y nacen truenos en un cristal)
Venus se asoma al vientre de Zeus
y arroja una bocanada de suave terror
que se disuelve en caricias que carecen de carne.
Yo me ofrezco a ser altar,
divina imagen de bastardo iluminada de sangre,
sangre derramada pura y eterna
hecha para cometer los mejores pecados.
Hoy brillan las estrellas como luces de barcos
que no tienen destino,
y la Luna es un faro que se enciende
a la orilla del horizonte donde esta la utopía
descalza y con tiempo tiempo de zozobra;
mientras tanto, en la otra dimensión
en la parte negativa del suelo,
hay millones de gente que sonríe
y su cabeza se hace humo
y vuelan como imaginantes,
reemplazan deseos por voluntades
y por las noches,
lejos de sentir frío o calor,
sueñan... tienen pesadillas...
tienen la utopía
de sentirse ilusionados.
© Ulises Casal
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