los recuerdos de su trémulo paso por los parpados.
Ella desconoce el paradero de sus labios,
del dibujo encerrado en una cárcel
donde el frío hace temblar hasta el tiempo.
Hay noches en que él le saca filo a las pesadillas
y con sus manos temblorosas
saca su cerebro palpitante y lo traga,
como solo se puede tragar el orgullo,
su cerebro que late como corazoncito de juguete,
su corazón tan frágil
que si se deja a la intemperie
sale volando como hoja seca...
La crueldad se siente en el esqueleto,
no solo en los huesos,
sino en el esqueleto del alma,
en el esqueleto de los versos y las palabras,
en el esqueleto de la lágrima de ella,
esa lagrima a la que no le sirve la pureza,
y se enjuga sola
sobre la mejilla,
secándose poco a poco
como una forma que se desvanece en la arena.
A veces siente el cuerpo como poseído
por brutal escorbuto o cáncer o desesperanza,
y se llega al desayuno cinco horas mas tarde
y se duerme en donde sea que el cuerpo se acomode
para no despertar a la serpiente que se lleva entre las venas.
Sin saber, a la misma hora
en el mismo momento y por la misma causa
ambos se detienen a contemplar su sombra como un cuchillo
a sonreír por nada
y tragan saliva para deshacer el nudo de la garganta
para deshacer el nudo del alma
para desnudarse el corazón
como cuerpos que tiemblan sin miedo.
Sin saber,
se conmueven por cosas distintas,
se desilusionan y birlan al destino lo que ya les pertenecía.
Sin saber, se queman la boca con un beso al aire,
un beso lleno de pasión y lleno de siempre,
se besan lejos de sí,
cada quien en su sitio,
aún sin conocerse
sin saber que se desean.
© Ulises Casal
Ella desconoce el paradero de sus labios,
del dibujo encerrado en una cárcel
donde el frío hace temblar hasta el tiempo.
Hay noches en que él le saca filo a las pesadillas
y con sus manos temblorosas
saca su cerebro palpitante y lo traga,
como solo se puede tragar el orgullo,
su cerebro que late como corazoncito de juguete,
su corazón tan frágil
que si se deja a la intemperie
sale volando como hoja seca...
La crueldad se siente en el esqueleto,
no solo en los huesos,
sino en el esqueleto del alma,
en el esqueleto de los versos y las palabras,
en el esqueleto de la lágrima de ella,
esa lagrima a la que no le sirve la pureza,
y se enjuga sola
sobre la mejilla,
secándose poco a poco
como una forma que se desvanece en la arena.
A veces siente el cuerpo como poseído
por brutal escorbuto o cáncer o desesperanza,
y se llega al desayuno cinco horas mas tarde
y se duerme en donde sea que el cuerpo se acomode
para no despertar a la serpiente que se lleva entre las venas.
Sin saber, a la misma hora
en el mismo momento y por la misma causa
ambos se detienen a contemplar su sombra como un cuchillo
a sonreír por nada
y tragan saliva para deshacer el nudo de la garganta
para deshacer el nudo del alma
para desnudarse el corazón
como cuerpos que tiemblan sin miedo.
Sin saber,
se conmueven por cosas distintas,
se desilusionan y birlan al destino lo que ya les pertenecía.
Sin saber, se queman la boca con un beso al aire,
un beso lleno de pasión y lleno de siempre,
se besan lejos de sí,
cada quien en su sitio,
aún sin conocerse
sin saber que se desean.
© Ulises Casal
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