(Hace tiempo... y luz)
La dama de las violetas
tocó mi rostro pueril,
de inocente mirada y sueños mojados.
Yo no tenía nada y me sonrojó
con pánico escénico,
y el parpado húmedo de mi morena
era el sostén de la esperanza.
Nunca las lágrimas caen en vano.
Hay un cementerio de lágrimas en la memoria.
Debajo de la tierra el mar
hace un lavado de cerebro
a la inconsciencia, al abandono.
La mujer es una sorda convenenciera,
y en cambio, yo era silencio.
Las flores fuera de mi ventana me odiaban,
me miraban con su androceo odio de puta.
Tan hermosas y malditas,
tan fúnebres de cariño
hacían de las delgadas mejillas
un verso de Baudelaire.
(Voces voces voces)
Era temprano y máquina.
La noche era un jardín de diamantes.
Me asomaba despacio a la realidad,
para darme cuenta que era común,
tan común como una mentira.
Afuera las sonrisas son falsas,
en mi colchón el silencio era arrullo,
no hacía falta asomarme por la ventana.
La dama era una cabrona de sucia ternura.
(yo soy la salvación, no te preocupes...
me voy a aventar, lo haré)
He crecido con mis amigos de papel.
Cada uno con su equipo e historia.
Naturaleza muerta.
Obra de arte de la imaginación
de un niño que extraño.
("I can´t get no satisfaction"
me susurraba el fantasma
con un cuchillo en la lengua)
... también hace hambre, frío y dolor.
© Ulises Casal
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